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Fachadas verdes: arquitectura y paisajismo

Tal y como se comentó en el anterior post sobre ciudades verticales, la masificación urbana está obligando a construir cada día más edificios y viviendas para albergar al elevado número de personas que habitan en los núcleos urbanos. Una de las consecuencias de este aumento de edificios hacia las zonas periféricas de la ciudad es que los barrios más céntricos están viendo desaparecer las escasas zonas verdes y jardines que existían antiguamente en pos de aumentar el espacio de zona habitable.


Las zonas ajardinadas son necesarias en las grandes ciudades ya que suavizan la dura estética de las grandes construcciones, aumentan los espacios al aire libre para disfrutar, generan sensación de paz y ayudan a mantener controlados los niveles de contaminantes emitidos a la atmósfera. Por ello, la destrucción de estas zonas puede suponer un duro golpe al medio ambiental.


Para paliar estos daños al medio ambiente, la tendencia de crear jardines verticales o fachadas verdes está aumentando exponencialmente en los últimos años. Estos jardines ocupan buena parte de la fachada exterior del edificio y aportan color y variedad en las ciudades a la par que ofrecen un buen número de beneficios para la calidad de vida humana.


Si bien es un sistema relativamente complejo de instalar y su coste no es precisamente reducido, los beneficios obtenidos superan con creces estos pequeños inconvenientes, y una vez instaladas las fachadas verdes se comienzan a amortizar notablemente. Existen diversos sistemas para su construcción, así como diversos métodos basados en paneles modulares, en geomallas e incluso en macetas superpuestas. No obstante, al encontrarse suspendidas en el aire y no disponer de una base sólida y amplia, las plantas carecen de suelo donde echar sus raíces y poder crecer libremente. Por ello, hay que tener en cuenta el tipo de plantas que se van a utilizar, dependiendo el mantenimiento que se quiera ofrecer a la fachada verde.


Las plantas trepadoras son la opción más rentable y sostenible para este tipo de construcciones urbanas y paisajes, ya que se colocan jardineras en todos los pisos y las plantas pueden crecer libremente sin necesidad de muchos cuidados. Si se escoge la trepadora correcta según la situación medioambiental, no se deberían cambiar prácticamente nunca. Las trepadoras tienen un crecimiento importante, sus floraciones son prolongadas y abundantes y la estructura que se necesita para que cubran el edificio es muy ligera y económica.


Este tipo de paisajismos aportan multitud de beneficios ambientales a los núcleos urbanos: uno de ellos es la reducción de la contaminación, ya que ayudan a reducir el CO2 y aumentar el oxígeno. También aportan un elevado nivel de aislamiento térmico. Sin necesidad de materiales adicionales que potencien este aislamiento, las plantas funcionan como aislantes naturales que mantienen frescas las estancias en verano y calientes en invierno. Además, también funcionan como un gran aislante acústico. Algunas investigaciones concluyen que un jardín vertical de 8 cm de grosor puede llegar a aislar hasta 35 decibelios. Además, el revestimiento vegetal de las fachadas puede favorecer a la protección del edificio de ataques externos producidos por las inclemencias climatológicas.


El reverdecimiento de las fachadas mejora el entorno urbano. Las plantas ayudan a suavizar y disimular la dureza y la falta de estética de algunos edificios. El uso de las plantas también puede ayudar a crear zonas urbanas a nivel local con identidad propia y totalmente sostenibles que cuentan con una elevada eficiencia energética.

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